Hace unas
semanas leíamos en TheEconomist un
interesante artículo plagado de datos en el que la publicación estadounidense
hacía un alegato en favor del libre mercado argumentando que había supuesto el
principal causante de la salida de la pobreza de unos 1.000 millones de
personas en los últimos 20 años.
La tesis
central del artículo se basa en que, a pesar que de que hay políticas públicas en
países en vías de desarrollo que han contribuido a la reducción de la pobreza,
el factor que ha tenido un mayor impacto en este logro ha sido el libre
comercio y la liberalización de las economías de estos países, principalmente en
China. El gigante asiático aglutina tres cuartas partes de la reducción de la
pobreza en los últimos 20 años y TheEconomist usa este hecho para reforzar su
argumento de que la liberalización ha sido el factor diferencial para lograr
estos magníficos resultados en reducción de la pobreza a nivel global.
Sin embargo, casos
como el de la fábrica
de Bangladesh que se derrumbó causando la muerte de más de 1.000 personas o
la guerra en la RD del Congo por el
control de las minas en el este del país,demuestran que queda mucho por hacer en
el control de las actividades que se benefician del comercio global. La globalización
de la economía no debe servir para eludir responsabilidades con las sociedades
de los países en las que las empresas fabrican o venden sus productos. Tampoco
se debe olvidar nuestro papel aplicando criterios éticos como consumidores a la
vez que exigiendo a nuestros gobernantes que regulen la actividad de las
multinacionales para garantizar el respeto a los derechos humanos y controlar el
origen de las materias primas que utilizan.
En definitiva,
el proceso de globalización que hemos vivido en las últimas décadas ha
resultado beneficioso para todos los países involucrados. En China e India la
reducción de la pobreza ha sido notable y en los países
desarrollados hemos podido acceder a un mayor abanico de bienes y servicios a
precios más asequibles. No me cabe duda de que África
será la próxima región en sacar partido de este fenómeno convirtiéndose en
un lugar atractivo para la inversión extranjera y aprovechando sus múltiples
ventajas competitivas. Sin embargo, aún quedan muchas barreras que están
condenando al hambre a millones de personas, como la Política Agraria Comúndela UE, así
como ciertos impulsos proteccionistas provocados por la crisis. Estas trabas al
comercio internacional afectan principalmente a los países más desfavorecidos
que suelen verse perjudicados por unas barreras arancelarias que ellos no
pueden imponer a los países desarrollados. Por otro lado, los mecanismos de
control sobre la participación de las multinacionales en el comercio
internacional deben ser reforzados para garantizar que la globalización no es
utilizada para limitar el respeto a los derechos humanos en ningún lugar del
mundo. Cómo garantizar esto último sin limitar el acceso de los países del
Tercer Mundo a los beneficios del comercio internacional es un asunto
complicado del que todos debemos sentirnos responsables.
Una entrada escrita por : Antonio Bermúdez
No hay comentarios:
Publicar un comentario