lunes, 15 de julio de 2013

AMBROISE BOIMBO, EL QUE ARRANCÓ LA INDEPENDENCIA DEL EX-CONGO BELGA



El día 30 de Junio de 2013, fue el quincuagésimo tercer aniversario de la Independencia de la República Democrático del Congo, antiguo Zaire. En Madrid, la Embajada Congoleña organizó un culto ecuménico en la Parroquia San Juan de Ávila, donde estuvieron presentes todas las confesiones religiosas del país.  Un culto ecuménico orando  para el fin de la guerra y por todas las víctimas de la misma, el país no está para los festejos.  La zona de los dos Kivu sigue en un conflicto armado, el más mortífero del mundo, después de la Segunda Guerra Mundial. Según Naciones Unidas, han muerto más cinco millones de personas y, aún así, sigue siendo el paradigma de conflicto olvidado. Al este de Congo se le llama la capital del mundo de las violaciones, por la absurda epidemia de delitos sexuales que ha crecido con la guerra.
En las fechas previas a este día tan señalado en el calendario congoleño, se ha recordado siempre y como es lógico, a las figuras más importantes de aquel acontecimiento histórico: Patrcice Emery Lumumba (Padre de la Independencia y el primer primero Ministro Congoleño), Joseph Kasa-Vubu (Primer Presidente Congoleño) y del Rey Balduino de Bélgica.
Con el paso del tiempo, ha ido cayendo en el olvido otro héroe nacional, que aquí quiero recordar, reivindicar su figura y rendirle un homenaje como se merece. Se trata de Ambroise Boimbo, un compatriota que confiscó la espada del Rey Baudoin, durante su  paseo triunfal por las calles de Leopoldville, actual Kinshasa, capital del país, el 29 de junio de 1960 para la declaración de la Independencia del entonces Congo Belga. Durante  los festejos de tan señalado día, Boimbo,  antiguo combatiente que más tarde se hizo electricista, llevó a cabo un acto impensable entonces: confiscar la espada real, símbolo del poder, al rey de Bélgica en  su coche descapotable.

Para que su acto no se quede en una simple anécdota,  y sin necesidad de recordar la oscura historia colonial belga en el Congo, es importante puntualizar que este país, la República Democrática del Congo, difiere de todos los demás países africanos por el hecho de que no fue una colonia belga sino  más  bien  una propiedad privada, personal  del rey Leopoldo II de Bélgica.
El Rey mandó al periodista y explorador británico, Henri Morgan Stanley, a una expedición para que le buscara a  su medida un trozo del magnífico pastel africano. Después de convencer a más de 400 jefes tribales que abandonaran sus reinados, Stanley adquirió para el enriquecimiento personal del rey belga, una superficie equivalente a 75 veces el tamaño de Bélgica.
Y tras casi 80 largos años de saqueo sistemático de los recursos, tanto humanos como naturales  del Congo,  el rey Boudoin llega para conceder la Independencia a un pueblo valiente, haciendo unas declaraciones, a mi entender, inoportunas, de que esta independencia que se va a dar al pueblo congoleño es fruto del ingenio político de su tío Leopoldo II, olvidando que este ha sido responsable  de muertes, amputaciones de brazos y violaciones de  más quince  millones  de víctimas congoleñas. Es  en este contexto insultante para la dignidad humana que  Ambroise Boimbo, desafió  así a la autoridad establecida como diciendo muy alto y claro “No recibimos esta libertad en forma de regalo real, lo hemos arrancado con sufrimiento y sacrificio”.
La suerte que corrió Ambroise Boimbo después de este instante, que puede ser condenable, es lo de menos. Lo que realmente queda en la historia, es el poder simbólico de su acto, inmortalizado por el fotógrafo alemán Robert Lebeck.
Para muchos congoleños, la declaración de la Independencia no se hizo por el discurso del rey el 30 de Junio de 1960, si no por la confiscación de la espada un día antes (29 de Junio de 1960).
De aquí mi sincero homenaje a este héroe discreto que murió en 1989, que permaneció en el anonimato hasta que un equipo de periodistas belgas, motivado hace tres años por el  quincuagésimo aniversario de la independencia del Congo, investigaron sobre su persona y encontraron su sepultura.
Por Papy Sylvain Nsala (Sociólogo y politólogo congoleño en Madrid)


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